La verdad es que iba a sentarme a escribir y a repensar algunas cosas sobre la situación actual de las traducciones en las salas de doblaje en Argentina.
Pero revisando lo que escribí hace ya 3 años en este mismo blog, me topé con un comentario que dejó una traductora y que hoy todavía tiene vigencia absoluta.
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Dado que era un texto perdido al final de mi entrada asumo que no lo leyó mucha gente, por lo que le pedí permiso a su autora para compartirlo con ustedes y se los dejo completo porque pinta un panorama que persiste. Y la verdad es que ella lo describe mucho mejor de lo que podría hacerlo yo.
¡Hola,
Seba!
Ante todo, quiero darte las gracias por esta crítica constructiva que nos sirve para reflexionar acerca de la realidad y para entender por dónde tenemos que empezar si queremos lograr algo. Tu artículo describe el problema más grande y más evidente que tenemos los traductores audiovisuales argentinos en este momento, y que venimos arrastrando desde hace años: la calidad.
Jo, la calidad. Lo más grave, desde mi punto de vista, está en que muchos de los traductores para el doblaje, a pesar de ser un eslabón imprescindible en la cadena, como todos los demás, no nos sentimos parte del proceso. Quizá se deba a que muchos entramos en la industria sin saber dónde nos estábamos metiendo, a que no hay formación y a que más del 50% de los traductores que hoy trabajan con guiones de doblaje no tienen acceso ni a un feedback de la cabina ni a pautas comunes de unificación de criterios de, al menos, la empresa que les está dando el trabajo.
Si nos ponemos a hablar de adaptación, ya es harina de otro costal. ¿Cómo vamos a pretender que un material esté adaptado y llegue un guion limpio a la cabina si el traductor no tiene ni idea de qué es una adaptación para el doblaje, si no hay comunicación con los directores y operadores, si los que doblan son multinacionales a las que les importa que los anunciantes metan más publicidades, y no la calidad de lo que están emitiendo? Obviamente, esto también da una idea de las tarifas que se pagan y de la importancia que se le da a nuestro trabajo. Y lo peor es que, si no lo valoramos nosotros, no lo va a valorar nadie.
¿Qué nos falta a los traductores para el doblaje? Formación, como bien dijiste. Necesitamos formarnos, necesitamos saber qué pasa del otro lado, necesitamos conocimientos teóricos para poder aplicarlos a la realidad. Necesitamos confiar en nosotros mismos.
Cuando a la cabina llega un guion sin adaptar, un guion que pasó hace dos días por las manos de un traductor al que ni siquiera le dieron tiempo para volver a leer y corregir su texto (y tampoco le pagaron un porcentaje proporcional por la urgencia), reina el caos. Al director y al actor les toca volver a formular frases, a readaptar y a retraducir. ¿De quién es la culpa acá? ¿Del traductor que se quemó las pestañas para hacerlo lo mejor posible, ciego, sin guía, y por dos monedas? ¿Del asistente de programación que colgó y se olvidó de pedir un guion o un material, y con eso ralentizó todo el proceso? ¿De la persona encargada de asignar traducciones, de fijar tarifas, de negociar con el gigante? ¿Del gigante que se ahorra un sueldo y deja la adaptación en manos de autónomos que vienen a grabar y punto, y no les da ninguna seguridad ni los incentiva para que se pongan la camiseta del equipo? La culpa es de todos, sencillamente, y será imposible cambiar algo si seguimos viéndonos de afuera como entes independientes. Somos todos responsables de la calidad, en la misma medida. Si un actor le pifia al tono, obtiene el mismo resultado que obtiene un traductor si le pifia a la bilabial o a una estructura sintáctica o gramatical: del otro lado no se cree. Y si del otro lado no se creen lo que les estoy contando, bueno… El gigante va a seguir vendiendo su publicidad, pero todos nosotros nos vamos a quedar en la calle, porque el público no te va a consumir un doblaje ni aunque se lo regales.
Ante todo, quiero darte las gracias por esta crítica constructiva que nos sirve para reflexionar acerca de la realidad y para entender por dónde tenemos que empezar si queremos lograr algo. Tu artículo describe el problema más grande y más evidente que tenemos los traductores audiovisuales argentinos en este momento, y que venimos arrastrando desde hace años: la calidad.
Jo, la calidad. Lo más grave, desde mi punto de vista, está en que muchos de los traductores para el doblaje, a pesar de ser un eslabón imprescindible en la cadena, como todos los demás, no nos sentimos parte del proceso. Quizá se deba a que muchos entramos en la industria sin saber dónde nos estábamos metiendo, a que no hay formación y a que más del 50% de los traductores que hoy trabajan con guiones de doblaje no tienen acceso ni a un feedback de la cabina ni a pautas comunes de unificación de criterios de, al menos, la empresa que les está dando el trabajo.
Si nos ponemos a hablar de adaptación, ya es harina de otro costal. ¿Cómo vamos a pretender que un material esté adaptado y llegue un guion limpio a la cabina si el traductor no tiene ni idea de qué es una adaptación para el doblaje, si no hay comunicación con los directores y operadores, si los que doblan son multinacionales a las que les importa que los anunciantes metan más publicidades, y no la calidad de lo que están emitiendo? Obviamente, esto también da una idea de las tarifas que se pagan y de la importancia que se le da a nuestro trabajo. Y lo peor es que, si no lo valoramos nosotros, no lo va a valorar nadie.
¿Qué nos falta a los traductores para el doblaje? Formación, como bien dijiste. Necesitamos formarnos, necesitamos saber qué pasa del otro lado, necesitamos conocimientos teóricos para poder aplicarlos a la realidad. Necesitamos confiar en nosotros mismos.
Cuando a la cabina llega un guion sin adaptar, un guion que pasó hace dos días por las manos de un traductor al que ni siquiera le dieron tiempo para volver a leer y corregir su texto (y tampoco le pagaron un porcentaje proporcional por la urgencia), reina el caos. Al director y al actor les toca volver a formular frases, a readaptar y a retraducir. ¿De quién es la culpa acá? ¿Del traductor que se quemó las pestañas para hacerlo lo mejor posible, ciego, sin guía, y por dos monedas? ¿Del asistente de programación que colgó y se olvidó de pedir un guion o un material, y con eso ralentizó todo el proceso? ¿De la persona encargada de asignar traducciones, de fijar tarifas, de negociar con el gigante? ¿Del gigante que se ahorra un sueldo y deja la adaptación en manos de autónomos que vienen a grabar y punto, y no les da ninguna seguridad ni los incentiva para que se pongan la camiseta del equipo? La culpa es de todos, sencillamente, y será imposible cambiar algo si seguimos viéndonos de afuera como entes independientes. Somos todos responsables de la calidad, en la misma medida. Si un actor le pifia al tono, obtiene el mismo resultado que obtiene un traductor si le pifia a la bilabial o a una estructura sintáctica o gramatical: del otro lado no se cree. Y si del otro lado no se creen lo que les estoy contando, bueno… El gigante va a seguir vendiendo su publicidad, pero todos nosotros nos vamos a quedar en la calle, porque el público no te va a consumir un doblaje ni aunque se lo regales.
Es
claro, y ocurre en todos los ámbitos: la profesionalidad va de la
mano de la calidad. Para poder ofrecer calidad, tengo que saber qué
es lo que estoy haciendo. Y esta obviedad tan grande nos la hemos
olvidado.
El trabajo del gremio de los actores de doblaje es algo que deberíamos imitar, pero nadie se anima a dar el primer paso. ¿Tan difícil es pedir formación? ¿Tan difícil es reconocer que no estamos capacitados… para lo que llevamos haciendo hace años? Porque acá el quid de la cuestión está en que aprendemos sobre la marcha, aprendemos con un par de clientes copados (o, en mi caso, con amigos dentro de la cabina). Pero ¿y si no tenemos esa posibilidad? ¿Quién nos enseña? ¿Quién nos dice cómo nos tenemos que enfrentar a un laburo de este tamaño? Porque el mensaje del cliente es siempre el mismo, eh: «Vos traducilo, que después vemos, y te pago X. Pero tenémelo para mañana a primera hora, que arranco a grabar». ¿Qué te parece que hace el traductor del otro lado? Y si encima no recibe un feedback, ¿vos creés por ventura que el traductor se va a imaginar que puede haber fallos en su texto? Mirá que somos difíciles y perfeccionistas, pero creo que esto igual se debe a que nunca PERO NUNCA nos dicen qué es lo que hacemos mal. Nos ajustamos a la perfección sintáctica, gramatical, lingüística, y nadie nos dice que a veces hay que ser un poco más flexibles, y que no estamos produciendo literatura, sino un texto ORAL.
Además, ¿cómo vamos a saber qué es lo que hacemos mal si nunca consumimos doblajes? Es increíble, realmente. ¿Cómo puede ser que un traductor para el doblaje consuma solo subtítulos y versiones originales? ¿De dónde sacamos lo que hacemos? ¿La industria siempre se dejó llevar por la inercia, como ahora?
Formación, sí, formación. Pero ¿cómo plantear un grado de formación desde la nada misma? Sobre la base de las necesidades. Necesitamos conocimientos teóricos. Necesitamos comprender el proceso. Necesitamos consumir doblajes: de casa, de México, de España, de Alemania, de Italia. Necesitamos comparar nuestros doblajes con los de ellos para ver en qué fallamos. Necesitamos hablar con los directores, con los operadores, con los actores. Necesitamos investigación. Necesitamos gente que se arremangue y luche por sus derechos de trabajo y sus tarifas justas, pero más que nada por la calidad de lo que está ofreciendo. Sí, en definitiva, es un círculo vicioso.
Esto va a ser un trabajo de hormiga, porque creo que el primer paso es, sin lugar a dudas, la conexión de la cadena. Una vez que logremos esto, podemos hablar de formación. Y recién ahí vamos a poder hablar de una profesión de prestigio, de tarifas dignas, de profesionales reconocidos y que se animen a contar lo que hacen, etcétera. Y ahí, cuando estemos conectados, formados y sepamos de qué hablamos, vamos a poder trabajar entre todos por un objetivo en común. Primero ayudémonos, formémonos, lavémonos las manos entre nosotros, para después poder lavar la cara.
Si en casa no hay herramientas, en algún lado están. Contás conmigo.
Abrazo
Estefanía G. Casset
El trabajo del gremio de los actores de doblaje es algo que deberíamos imitar, pero nadie se anima a dar el primer paso. ¿Tan difícil es pedir formación? ¿Tan difícil es reconocer que no estamos capacitados… para lo que llevamos haciendo hace años? Porque acá el quid de la cuestión está en que aprendemos sobre la marcha, aprendemos con un par de clientes copados (o, en mi caso, con amigos dentro de la cabina). Pero ¿y si no tenemos esa posibilidad? ¿Quién nos enseña? ¿Quién nos dice cómo nos tenemos que enfrentar a un laburo de este tamaño? Porque el mensaje del cliente es siempre el mismo, eh: «Vos traducilo, que después vemos, y te pago X. Pero tenémelo para mañana a primera hora, que arranco a grabar». ¿Qué te parece que hace el traductor del otro lado? Y si encima no recibe un feedback, ¿vos creés por ventura que el traductor se va a imaginar que puede haber fallos en su texto? Mirá que somos difíciles y perfeccionistas, pero creo que esto igual se debe a que nunca PERO NUNCA nos dicen qué es lo que hacemos mal. Nos ajustamos a la perfección sintáctica, gramatical, lingüística, y nadie nos dice que a veces hay que ser un poco más flexibles, y que no estamos produciendo literatura, sino un texto ORAL.
Además, ¿cómo vamos a saber qué es lo que hacemos mal si nunca consumimos doblajes? Es increíble, realmente. ¿Cómo puede ser que un traductor para el doblaje consuma solo subtítulos y versiones originales? ¿De dónde sacamos lo que hacemos? ¿La industria siempre se dejó llevar por la inercia, como ahora?
Formación, sí, formación. Pero ¿cómo plantear un grado de formación desde la nada misma? Sobre la base de las necesidades. Necesitamos conocimientos teóricos. Necesitamos comprender el proceso. Necesitamos consumir doblajes: de casa, de México, de España, de Alemania, de Italia. Necesitamos comparar nuestros doblajes con los de ellos para ver en qué fallamos. Necesitamos hablar con los directores, con los operadores, con los actores. Necesitamos investigación. Necesitamos gente que se arremangue y luche por sus derechos de trabajo y sus tarifas justas, pero más que nada por la calidad de lo que está ofreciendo. Sí, en definitiva, es un círculo vicioso.
Esto va a ser un trabajo de hormiga, porque creo que el primer paso es, sin lugar a dudas, la conexión de la cadena. Una vez que logremos esto, podemos hablar de formación. Y recién ahí vamos a poder hablar de una profesión de prestigio, de tarifas dignas, de profesionales reconocidos y que se animen a contar lo que hacen, etcétera. Y ahí, cuando estemos conectados, formados y sepamos de qué hablamos, vamos a poder trabajar entre todos por un objetivo en común. Primero ayudémonos, formémonos, lavémonos las manos entre nosotros, para después poder lavar la cara.
Si en casa no hay herramientas, en algún lado están. Contás conmigo.
Abrazo
Estefanía G. Casset
Qué buen mensaje. Tuve el placer de trabajar con quien escribió el mensaje en un par de ocasiones. Es realmente una autoridad en la materia desde todo punto de vista.
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